Para Relajarse Leyendo

Etiquetas

sábado, 1 de septiembre de 2007

TERESA-MARBELLA


Cuando empezó la guerra yo debía de tener unos trece o catorce años. Haz la cuenta si quieres, yo no estoy para restas.

Vivía con mis padres, cuatro primas maternas, dos tías viudas, tres palomas torcaces y un puñado de extraños que no te sabría explicar. Estos entraban y salían de casa tras pernoctar varios días. Mi madre me mantenía alejada de la sala y de los cuartuchos traseros que era donde los solía alojar. Nunca me contestaba a la pregunta sobre sus identidades. Yo entonces, aun era dócil.

Cada día, a media mañana me enviaba por pan ó leche ó huevos o cualquier otra cosa que me alejara de la casa por unos minutos. En nuestro pueblo aun no habían llegado las restricciones que conoceríamos mas tarde. Cuando pasaba por la calle de la cuesta notaba unos ojos mirándome, sin embargo cuando intentaba ver de donde salían, el sol me retaba a encontrarlos en ventanas o portales cegadas por sus rayos.
Me recuerdo una niña feliz aunque solitaria. Mis primas, mayores que yo, apenas perdían el tiempo en jugar conmigo o darme conversación. Yo era un trabajo mas para ellas. Me gustaba pescar con mi padre las pocas veces que me dejaba, tender las sabanas al sol mientras mi madre cantaba coplas desangradas de amoríos imposibles. Mi vida, independientemente de la guerra, era fácil y hasta cierto punto singular.
Todo esto cambió desde el día que por fin el sol se escondió tras las nubes justo en el mismo momento en que mis ojos escudriñaban unos ventanucos pequeñitos situados a ras del suelo de una de las casas de la calle la cuesta. Los ojos que presentía estaban allí situados en el rostro mas
angustiado y enamorado que jamas ví ni volvere a ver.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿En plena guerra se podia comprar leche pan o huevos?,si tenias corral vale.pero el pan estava racionado y mas en los pueblos.

la-de-marbella dijo...

No lo situo en plena guerra. La guerra acababa de empezar y no en todas partes se acabarón las viandas con la rapidez que lo hizo en las ciudades.

Marta dijo...

Me ha encantado trasladarme con tus letras a esa época que no he vivido.