Para Relajarse Leyendo

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domingo, 2 de septiembre de 2007

Luca - Barcelona

El horror no tardó en llegar a nuestras calles. Una noche, el comandate en jefe entró sin avisar a nuestra casa. Asustada, me escondí en el armario de la habitación mientras oía a mi madre suplicar por la vida de mi hermano. Sin habla, intentaba recojer las lágrimas que corrían por mis mejíllas, desde ese momento hasta el día de hoy, no he vuelto a hacer ruido al llorar. Mi llanto era amargo, mi cuerpo, en el interior de aquel pequeño cubículo, se contraía más y más a cada paso que oía de aquellas pesadas botas que llevaban los militares. El crujir de la escalerá entraba en mi cabeza como preludio de lo que iba a suceder y yo trataba por todos los medios de vencer el pánico que me atrapaba, mientras, los gritos ahogados de mi madre se apoderaban de mi alma.
Entró en la habitación y me oriné sobre mi camisón. Podía oirle la respiración, apenas se movía, no escuchaba nada más. Se vovió, intuí que miraba bajo mi cama, abrió el armario. Sacudió mis vestidos y desesperado los tiró al suelo. Por suerte, la puertecita que construyó mi padre el año pasado, pasaba completamente inadvertida para los ojos de cualquier extraño. Me faltaba el aire, no sabía cuanto tiempo más aguantaría. Se alejó de allí y un grito me reconfortó.
-General, la niña se ha largado, no hay ni rastro de ella, la ventana está abierta. Ha podido bajar por las cañerías.
-Vámonos, se oyó a lo lejos, ya tenemos lo que queremos.

Pasó el tiempo, todo era silencio, no oía a mi madre, no oía a mi hermano, no oía nada, sólo el latido de mi corazón golpeando con fuerza mi pecho, y yo, intentando silenciar tal sonido que pensaba que me delataría. Perdí la noción del tiempo y cuando la afixia se apoderó de mi intenté salir de allí dentro. Lentamente abrí la puerta, los vestidos me taponaban la salida, concentré todas mis fuerzas y salí. La fuerte luz de la habitación me cegó por unos instantes. Despacio bajé las escaleras fuí hasta el comedor y allí la vi. Sentada en el butacón negro de padre desvanecida, estaba mi madre.

-Mamá, mamá, le susurré al oido, estoy aqui, mama, vamos, despierta.
-Hija...
Sus ojos hinchados no podían dejar de emanar lágrimas.
-Tranquila mama, yo voy a solucionar esto, tranquila, creen que me he ido, no me buscarán, ahora no existo para ellos. Traeré a mi hermano de vuelta. Lo juro, mama. Lo traeré para ti y nos iremos lejos de aqui.

3 comentarios:

Marta dijo...

Buenos días, ya tenía ganas yo también de leerte!!!.

Gelín García dijo...

Buenooo!! La que se quejaba del marco temporal de la guerra!!!

la-de-marbella dijo...

Hola,la historia prospera viento en popa y a toda vela. Genial!!!

Voy a poner otro granillo de arena aunque lo de la guerra de fondo, hummmmmmm, me cuesta trabajo.