La princesa tenía una habitación pintada de azul celeste, una cama con dosel y doce cajas cerradas y decoradas con lazos malvas. En el interior de cada una de ellas guardaba conchas de diferentes tamaños y formas, todas distintas pero marcadas por una espiral que las recorría de principio a fin.
La princesa abría cada noche las doce cajas y contaba las conchas, miraba la espiral desde su inicio hasta perderse en el infinito de sus curvas y así, se quedaba dormida hasta que el sol, que nace muere y nace como una espiral, conseguía despertarla. Entonces, se vestía y bajaba al jardín.
La princesa abría cada noche las doce cajas y contaba las conchas, miraba la espiral desde su inicio hasta perderse en el infinito de sus curvas y así, se quedaba dormida hasta que el sol, que nace muere y nace como una espiral, conseguía despertarla. Entonces, se vestía y bajaba al jardín.
2 comentarios:
Que bonito!!!. Me encanta este cuento!!!
En vista del tiempo transcurrido y que nadie más se anima, allá voy yo otra vez!!!!.
Publicar un comentario